jueves, 9 de octubre de 2014

¿Quería La Iglesia Católica que el Pueblo leyera las Escrituras?



    A través de los siglos, la Iglesia Apostólica Romana se opuso a que el pueblo común tuviese acceso a las Sagradas Escrituras, por  temor de que la ciudadanía se revelase en contra de sus preceptos, por los cuales tenía cauterizadas las mentes de los  pueblos. En la historia de los concilios desarrollados en diferentes épocas se plasmaron edictos que prohibían la difusión de tan  maravillosa bendición que el Señor había dejado como legado,  en los siguientes concilios se cita:

   El Concilio de Tolón en 1239: Se prohibió a los laicos que poseyesen algunos de los libros de la Biblia, fuera del salterio y el breviario (este último contenía rezos que debían hacer los sacerdotes y en ellos había algunas porciones de las Escrituras), prohibiendo terminantemente que fueran traducidos a la lengua común.


  
El Concilio de Treno entre 1545 y 1563: En este concilio que se realizó en varios eventos, se desarrolló un documento que contenía un índice de libros prohibidos preparados por la orden que lo dirigió, donde dice:

              “habiendo demostrado la experiencia que, si se permite circular indiscriminadamente por todas partes en la lengua del pueblos los libros sagrados, puede resultar más daño que provechoso a causa de la imprudencia de los hombres en este respecto, que deben someterse al juicio del obispo o inquisidor, los que permitirán la lectura de estos libros traducidos por autores católicos a la lengua del pueblo a aquellos que juzguen capaces de derivar de su lectura no pérdida, sino aumento en la fe y en la piedad. Esta licencia debe tenerse por escrito, y si alguno osara leerlos o tenerlos en su poder sin esta licencia no podrá recibir absolución de su pecado hasta que haya devuelto los libros al ordinario. Los libreros que los hayan vendido o entregado en cualquier  otra forma perderán el valor de dichos libros a favor del obispo”.

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Del Catolicismo Romano
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    De esta manera, según el decreto del Concilio de Treno, que anatematizó a los que se negaran a reconocer sus decisiones como infalibles, y por consiguiente inmutables, no pueden leer las Escrituras más que aquellas personas que el obispo juzgue idóneas, y esto sólo cuando tengan licencia escrita para ello.


El Papa León XII en 1824:
Dicho papa redacta una encíclica, donde cita:

“Vosotros sabéis, venerables hermanos, que cierta sociedad llamada Sociedad Bíblica anda con descaro por todo el mundo, la cual sociedad, en contra del conocido decreto del
Concilio de Trento, trabaja con todo su poder y por todos los medios para traducir, mejor dicho pervertir, las Santas Escrituras a la lengua popular de cada país.... Cumpliendo nuestro deber apostólico, os exhortamos a que apartéis vuestro rebaño de estos pastos venenosos”.

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    Los obispos católico-romanos de Irlanda entregaron dicha encíclica a sus sacerdotes con una carta explicativa, de la que se extrajo lo siguiente:

“Nuestro santo padre recomienda a los fieles la observancia de la regla de la Congregación del Índice, que prohíbe el uso de las Sagradas Escrituras en la lengua del pueblo sin la aprobación de las autoridades competentes. Su santidad advierte sabiamente que ha notado que resulta más mal que bien del uso indiscriminado de las Escrituras a causa de la malicia o debilidad de los hombres.... Por eso, queridos hermanos, tales libros han sido y serán siempre execrados por la iglesia católica, y esta es la razón por la que con frecuencia ha ordenado que sean entregados a las llamas”.

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    Después de estas declaraciones es casi imposible dejar aun lado la idea de la confiscación y quema de biblias en esos tiempos. Hoy día, en países donde la religión dominante es la católica no escapa a que ocurran estos hechos, los idealismos del catolicismo transcendentales que sostiene que la biblia no se puede leer particularmente, tal son las declaraciones hechas en el siglo 19 por Nicholas Patrick Stephen Cardinal Wiseman:

“Aunque las Escrituras sean permitidas aquí, no urgimos al pueblo a que las lea, ni los exhortamos a que lo hagan; no las propagamos todo lo que podemos. Ciertamente que no”.

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Pio VI, Giovanni Angelico Braschi 1717-1799: Fue el papa n. º 250 de la Iglesia católica entre 1775 y 1799, último que vivió en tiempos del Antiguo Régimen francés. En una de sus cartas cita:

“Las Escrituras no se dejan abiertas para que cualquiera extraiga de ellas la pureza de costumbres y de doctrina”. Todo lo contrario.

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    La iglesia Católica tiene por costumbre para asegurar su ideología de aislamiento doctrinal, en que solo ella siempre tiene la autoridad en la interpretación de las escrituras. Cuando la Iglesia Católica publica una versión de la biblia, siempre coloca notas para el que la lea sepa cual es el sentido que ella quiere darle.


Pio IX, Giovanni Maria Giambattista P.: Fue el ducentésimo quincuagésimo quinto papa de la Iglesia católica y el último soberano temporal de los Estados Pontificios. Su pontificado fue de 31 años y medio, del 16 de junio de 1846 al 7 de febrero de 1878, y ha sido el más largo de la historia de la Iglesia. Sin tomar en cuenta el del Apóstol Pedro que no se conoce una fecha precisa. Pio IX, publica una carta encíclica el 8 de diciembre de 1849, donde dice:

“Refiriéndome especialmente a las Santas Escrituras, se debe recordar encarecidamente a los fieles a su cargo que ninguna persona tiene base para confiar en su propio juicio en cuanto a lo que sea su verdadero sentido, si éste se opone a la santa madre iglesia, que es la única que ha recibido la comisión de Cristo de vigilar por la fe que le ha sido encomendada y decidir sobre el verdadero sentido e interpretación de los escritos sagrados”

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¿Están alineados los estatutos de la Iglesia Católica con la voluntad de Dios en llevar el mensaje de salvación?


    La Santa Escritura demuestra claramente que Dios tenía en su corazón en que su pueblo estuviese meditando en la Ley en todo momento, la iglesia católica siempre estuve en oposición ante este hecho, al ver amenazados sus fundamentos dogmáticos a la luz de la verdad de los textos sagrados, por ello siempre calificaban a toda persona que intentara a acceder a los textos de hereje o de traidor a la santa madre Iglesia Católica Romana, considerando que ella era la única en poseer el poder divino para su interpretación.


    En tiempos del Antiguo Testamento todo el pueblo se reunía al pié del Monte Sinaí para escuchar el mensaje de Dios dado por Moisés, a el se le había encomendado la tarea de escribir todos los mandamientos que regirían el pueblo Éxodo 34: 27-28: 

“Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras;  porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches;  no comió pan,  ni bebió agua;  y escribió en tablas las palabras del pacto,  los diez mandamientos”.
  Esta Palabra debía ser pronunciada al pueblo en voz alta cada séptimo año en la celebración de la fiesta de los Tabernáculos, Deuteronomio 31:10-13:


"Y les mandó Moisés,  diciendo:  Al fin de cada siete años,  en el año de la remisión,  en la fiesta de los tabernáculos, cuando viniere todo Israel a presentarse delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere,  leerás esta ley delante de todo Israel a oídos de ellos. Harás congregar al pueblo,  varones y mujeres y niños,  y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades,  para que oigan y aprendan,  y teman a Jehová vuestro Dios,  y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley;  y los hijos de ellos que no supieron,  oigan,  y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra adonde vais,  pasando el Jordán,  para tomar posesión de ella".

 
   El  libro de Nehemías  en el también da un ejemplo del mandato de la lectura de la ley,  Neh 8:2-3:

“Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación,  así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender,  el primer día del mes séptimo. Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas,  desde el alba hasta el mediodía,  en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender;  y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley”.


    En estas citas Bíblicas se refuerza el principio en que todos deberían tener por prioridad el conocimiento pleno de los textos Sagrados:


•    Josué 1:7,8.
•    Deuteronomio 6:6-9, y 11:18-21
•    Deuteronomio 17:18, 19)
•    Salmo 1:1-3


    El Salmo 119 menciona la Palabra de Dios en casi todos sus 176 versículos en una forma u otra, por ejemplo: En el versículo 9: ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.


  
En estos textos se puede  ver como Dios siempre quiso que su pueblo tuviese presente la Palabra en su diario vivir, en un principio en una forma oral y luego de forma escrita en el Antiguo Testamento.
   En Tiempos de Nuevo Testamento, se encuentra como Nuestro Seños Jesús siendo niño crecía en sabiduría de una forma tal que  los eruditos de la época se admiraban , nótese que Nuestro Señor no les predicaba, el lo que hacia era interactuar con estos eruditos en conversatorios de alto nivel de estudios  Lucas 2:46-47:

“Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo,  sentado en medio de los doctores de la ley,  oyéndoles y preguntándoles.  Y todos los que le oían,  se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas”.


    Después en una edad avanzada, el demonio lo tienta llevándolo al desierto, en este hecho El Señor lo reprende tres veces (Mateo 4:1-11: Escrito está). El Señor jamás reprendió a los judíos por leer las escrituras, sino por no obedecer su verdad. En Juna 5:39-40 confirma lo dicho:

“Escudriñad las Escrituras;  porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna;  y ellas son las que dan testimonio de mí.”


     El Señor consideró de error el ignorar las escrituras, tal fue el caso cuando los saduceos  le preguntaron que sucedería su una mujer queda sin esposo y se casa con el hermano de difunto, y así se repetiría siete veces esta situación. En el día de la resurrección con quien se quedaría esta mujer ya que fue esposa de varios hermanos de su primer esposo, Jesús destaca la importancia de conocer más el Poder de Dios que la convivencia en el cielo, Jesús manifestó que los puntas de viste que tenían los saduceos eran errados teniendo como origen el desconocimiento de la Palabra de Dios, Mateo 22:29-32:

“Entonces respondiendo Jesús,  les dijo: Erráis,  ignorando las Escrituras y el poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento,  sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. Pero respecto a la resurrección de los muertos,  ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios,  cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham,  el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?  Dios no es Dios de muertos,  sino de vivos.”


    Timoteo fue un joven discípulo de Pablo, en su formación como creyente se ve la influencia  que tuvo su madre y abuela en esta labor desde muy niño, aquí se destaca la importancia en hacer hábitos de lectura de las Sagradas Escrituras desde temprana edad, esto no le habían conducido al error, sino al conocimiento de la salvación en Jesucristo. Pablo lo escribe en una de las cartas, 2º a Timoteo 3:15:


“y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras,  las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.”

   
  Se cita un pasaje más. Al oír los judíos de Berea la predicación de Pablo y Silas acerca del Señor Jesucristo, recibieron la Palabra con toda solicitud. Pero no pararon ahí, sino que recurrieron a las Escrituras del Antiguo Testamento, escudriñando cada día las Escrituras, si estas cosas eran así. Tuvieron las Escrituras en sus manos, las escudriñaron y las tomaron como pauta para asegurarse de la veracidad de la predicación. Lejos de ser reprendidos por ello, recibieron recomendación, Hechos 17:10-12:


    "Fueron éstos más nobles que los que estaban en Tesalónica, porque con mente abierta recibieron la palabra y la confrontaron con las Escrituras, con el resultado de que creyeron muchos de ellos."


     Los textos citados hasta el momento fueron hechos ocurridos en tiempos que el Nuevo Testamento aún no estaba conformado, En ninguna parte de la Biblia se encuentra la más ligera indicación de que las Escrituras del Nuevo Testamento, según fueron escritas más tarde, deberían tratarse en forma diferente de las del Antiguo, es decir no se exhorta a dejar de leerles, a tratarles  como textos de cuidado, más bien nos enseñan la voluntad de Dios con la humanidad.


     La iglesia católico romana cita el pasaje de 2º de Pedro,( “casi en todas sus epístolas,  hablando en ellas de estas cosas;  entre las cuales hay algunas difíciles de entender,  las cuales los indoctos e inconstantes tuercen,  como también las otras Escrituras,  para su propia perdición “) Para probar la necesidad de que la iglesia quite la Biblia de las manos del común del pueblo, porque Pedro dice que algunos indoctos e inconstantes habían torcido los escritos de Pablo o algunas partes de ellos que eran difíciles, para perdición de sí mismos. Es cierto que Pedro previene contra el peligro de torcer las Escrituras, cosa que algunos Indoctos de la época habían hecho con algunas de las cartas de Pablo, es decir, tergiversando su significado, pero de ninguna manera advierte a sus lectores contra la lectura de las mismas, o sugiere que solamente el papa o los concilios pueden leerlas e interpretarlas.

  
   Más adelante en la cita exhorta a no caer en el error le seguir a los perversos que dañan el sentido real de las escrituras y también escribe en 2º Pedro:

“Antes bien,  creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.  A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad.  Amén”.

    
El Señor nos prometió un maestro del que la iglesia romana se olvida y lo ignora en la práctica. Nuestro Señor dijo a sus discípulos en su discurso en el aposento alto, antes de dejarlos, Juan 14:16.17:

“Y yo rogaré al Padre,  y os dará otro Consolador,  para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad,  al cual el mundo no puede recibir,  porque no le ve,  ni le conoce;  pero vosotros le conocéis,  porque mora con vosotros,  y estará en vosotros”.


     La obstinación de Roma sobre la necesidad de una dirección sacerdotal para leer las Escrituras contradice abiertamente 1 Juan 2:27 que está dirigido a todos los creyentes:

“Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros,  y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe;  así como la unción misma os enseña todas las cosas,  y es verdadera,  y no es mentira,  según ella os ha enseñado,  permaneced en él”.

    
  El papa y los concilios de la iglesia romana dicen que el hombre ordinario corre el peligro de caer en error, leyendo la Biblia por sí mismo; pero nuestro Señor afirma que el peligro de extraviarse está en no leer la Biblia. ¿A quién debemos obedecer, a Dios o al hombre? La respuesta la da el apóstol Pedro Hechos 5:29:


                                 “Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres.”



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